Silencio (2016).
El Scorsese más tedioso y lento nos trae esta exagerada historia de unos jesuitas portugueses en el Japón del siglo XVII. Andrew Garfield encabeza el reparto volviendo a encarnar a un ultrarreligioso, en este caso, un evangelizador mal recibido en el país del sol naciente.
Según nos cuenta la larguísima película (dos horas y media nada menos, aunque le sobra al menos una), las autoridades niponas por aquel entonces no permitían -de hecho castigaban duramente- la fe cristiana, y toda la cinta versa sobre este extremo y las vicisitudes de los protagonistas. El opio del pueblo y sus problemas vuelven a salir a relucir.
El realizador no hace mención al interés que muchos shogun o señores feudales tenían en la propia conversión al cristianismo por motivos económicos para con Europa, y cómo por las frecuentes peleas entre ellos fueron finalmente perseguidos cerca de 300.000 cristianos probando la propia medicina que ellos impusieran en cruzadas y persecuciones inquisitoriales durante tanto tiempo.
Por ser fieles al título, la cinta carece prácticamente de banda sonora, y las buenas interpretaciones y ambientaciones no logran mejorar la calidad de la misma. Ni con la aparición del gran Liam Neeson como secundario.
En definitiva, aburrida y larga.
Raúl Cabral.
Puntuación personal: 5
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